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Ultimamente el buen animo me acompaña, va conmigo por los lugares por donde me desplazo, está presente en mi habitación cuando a regañadientes (pero feliz y agredecido) me despierto,va conmigo en las mañanas cuando corro para alcanzar el bus de acercamiento, va conmigo cuando saludo al señor operador, se mantiene al llegar a la estación y dar los buenos días a la tía punto fijo del torniquete de escolares, aún se mantiene cuando viajo en mi milímetro cuadrado y veo a la gente hipnotizada con metro tv y sus sub-programas, permanece en mí al momento del transbordo de línea, sigue en mí cuando soy arrastrado por el mar de gente, se mantiene incluso cuando llego a mi destino cotidiano y peleo con el guardia que a pesar de ultrareconocerme igual pone mil y un atados para dejarme entrar.
¡Yo feliz no entraría!
He descubierto que es en ese momento de la entrada en donde mi buen animo momentaneamente me deja, se queda esperando que termine mi turno,al parecer detesta más que yo mi querido trabajo.
Terminado el turno, marco y marcho.
A la salida me espera, ahi está inmovil, una vez que salgo mi buen animo retoma su posición y me acompaña de vuelta casa.
